domingo, 22 de julio de 2012

G.P. Canal de Castilla 2012



     Vuelvo un año más dando la paliza con el Canal de Castilla. No, no es un año más, este es el año 0, en el que al fin arrancamos, en chalupa, en una precaria patera con un  destino incierto y como siempre que se parte de cero con el único límite del infinito, de las estrellas donde dicen que habitan los sueños.

     Han sido tres años de remar duro, contra viento y marea, como suele ocurrir cuando se trata de convencer con una idea, con un proyecto innovador donde una gran dosis de fe, de perseverancia y por qué negarlo, de cabezonería son imprescindibles. Una navegación con rumbo fijo, sin la pesadumbre de los portadores del plus ultra, sin la exigencia de evangelizar y conquistar, solo con la necesidad de recuperar del olvido el habito de circular con una flaca por pavimentos ajenos al asfalto.

     Así, remando en la inanición desembarcamos en uno de los corazones de Castilla, Medina de Rioseco La Ciudad de los Almirantes, la que propiciara el paso de un título mobiliario a uno de los grados más altos de la marina. Acogidos con los brazos abiertos cuando vagábamos a la deriva con la amenaza de suspensión de la prueba un año más, ante la imposibilidad de garantizar un mínimo de condiciones a los participantes.

     Puede parecer que nuestra épica tiene aires de conquista pero sería impropio tener en cuenta esta comparación fuera de un caprichoso recurso linguístico, de unas simples metáforas. Nuestra motivación es más inocente, tiene su origen en las ilusiones de los niños cuando miran extasiados a esos gigantes sobre ruedas, a esos héroes tan denostados en la actualidad que van desde la implacable disciplina del profesional, a la entrega del abuelete que se prepara para sufrir unos pocos días al año, para disfrutar dejándose la piel por su pasión ciclista. Y como niños que hacen suyo el grito de guerra de unos juguetes vistos en la pantalla grande, con la mejor alegoría ciclista que define la lucha contra el viento, contra los elementos, no es otra, que hicieron el 7 de julio con Pedro Horrillo a la cabeza, aquellos que confiaron en nosotros al embarcarse en esta aventura:

¡Remar hasta el infinito y más allá!


   Muchas gracias, por participar, por respetar las normas, por mantener limpio este magnífico paraje natural que es el Canal de Castilla, por ser solidarios entre vosotros que propició solo el abandono de 4 ciclistas a pesar de la extrema dureza de la marcha, hubo a quien le pareció más dura que la Quebrantahuesos. El más veterano de la marcha se hizo los 228 km con 73 añazos.

   Para no saturar esta entrada mi galería completa de fotos en tres galerías:


   El resto de enlaces e información de la marcha, programas de radio, entrevistas, fotos de la concentración de bicis antiguas y de la marcha de bicis clásicas anteriores a 1987:


Un vídeo de algunas de las actividades de ese día:


































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