sábado, 11 de septiembre de 2010

Hacer Sombra


    El uso de la sombra no es patrimonio exclusivo del boxeo, aunque en cierto modo jugar al gato y al ratón con tu propia sombra no deja de ser un combate sin piedad contra uno mismo. Es un sparring  para superar la atonía del que no puedo prescindir, ignoro el medidor de watios, el pulsómetro, el cuentakilómetros, el altímetro,... solo estamos mi sombra y yo a cara de perro en una carretera desierta mientras el sol rueda por el horizonte.




"De puntillas, con la punta de las yemas, de los dedos, quiero tocar, deseo acariciar el viento azul.
Porque me he deslizado, ebrio, a un costado lejos de la marea que cubre su haz.
Me estiro más y apenas llego. No alcanzo a horadar mi piel encallada de sobrio que estoy.
La pasión de mi alrededor no sacia la sed de mi cuerpo y mi voz sorda muda oídos ciegos.

Pozos sin fondo se elevan al cielo, sus sombras turban el viento azul."

Carmelo Ortega 2004, fragmento de Viento Azul


   El Viento Azul es más que un estado de ánimo, es un estado físico y mental que alcanzo en invierno en Madrid tras un temporal de nieve. Bajo ese cielo limpio, azul y cristalino que huele a jara, romero, pino,... y nieve, con una forma física más que aceptable me lanzo al asfalto en bici de carretera, a dar pedales sin conocimiento y abusar del desarrollo, por carreteras solitarias con buenas rectas y en las que el viento golpee de cara y sin compasión. Ayer con los últimos coletazos del verano que se resistía a la pegada de un viento polar tuve tres horas mágicas. Lo supe de inmediato, la certeza de que hoy era uno de esos días me ayudo a luchar la primera hora contra mi corazón, me tuve que aplicar para alcanzar las pulsaciones adecuadas, es uno de los inconvenientes de no estar en forma voy a la inversa del mundo ciclista al gustarme estar en forma en invierno, tolero muy bien el calor sin embargo amo el frío.

   Viajar ayer durante dos horas en un Viento Azul fue un regalo, durante ese tiempo encarado a un viento mas rugoso de lo habitual, rompiendo el muro, esa sensación que envuelve la piel de cuando nadaba siendo un chaval de trece años y trataba de batir el record absoluto de velocidad en estilo libre quedándome a escasas décimas, ese estado de ánimo infantil de los entrenamientos matutinos de antes de entrar al cole unido a una percepción total de mi entorno, es en ese trance cuando la imaginación está candente, puedo vivir durante semanas de las ideas surgidas por el hechizo de un viento frío.

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